Hace días los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden , y México, Andrés Manuel López Obrador, sostuvieron una reunión virtual para tratar temas que están en la agenda de ambas naciones.
Como todas las reuniones a ese nivel, esta se desarrolló en un clima de cordialidad. Fue el segundo encuentro del presidente Biden con otro mandatario. El primero fue con el primer ministro canadiense Justin Trudeau, a quien Biden señaló que con Canadá los une una extraordinaria amistad.
Desde luego esa expresión marca un giro en las relaciones de Estados Unidos con su vecino, después de que con Donald Trump hubo diferendos.
De la reunión AMLO-Biden llama la atención que fuera de las frases cortéses, la amistad entre ambas naciones no apareció; se habló de coincidencias, siempre en buen tono, amables, pero sin el calor de los amigos.
El comunicado conjunto señaló que fue una reunión para discutir mecanismos de cooperación en materia de migración y avanzar en los esfuerzos conjuntos para promover el desarrollo en el sur de México y el Triángulo Norte de Centroamérica. En este punto no se abordó, como pretendía AMLO, un nuevo acuerdo migratorio que permitiera la contratación de braceros.
Se acordó, sí, una cooperación bilateral parar impulsar una migración regulada, segura y ordenada centroamericana, así como reafirmar la colaboración para enfrentar la pandemia del Covid-19.
Aunque no se contempló en la agenda la política energética, se acordó enfrentar la crisis climática, lo que presupone una revisión a la nueva política mexicana para utilizar combustóleo como insumo de las plantas eléctricas.
Al margen de lo anecdótico, esta reunión marca un nuevo estilo en la relación México-USA, quedaron atrás el trato insolente y la política amenazadora y chantajista de Trump hacia nuestro país. Cuando Biden se refiere a una nueva relación de entre vecinos y socios, no amigos, nos dice que, sin perder sus objetivos, la política estadunidense con nosotros será enérgica.