El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, fecha muy singular que no puede y que no pasa por desapercibido; día que las voces y los puños son levantados por millones de mujeres que en un solo son, reclaman “justicia”.
El ambiente se llena de nervios y de emoción, la sangre circula cada vez más caliente, las manos se llenan de energía, cierras el puño y esa frustración que se ha vivido por años se convierte en coraje y valor. Levantas el brazo y gritas como nunca lo has hecho, gritas y reclamas “justicia, justicia”, que se escuche, que tiemble el suelo y que retumbe el firmamento, que la voz se alce sobre las demás y que todos te escuchen porque no es sólo tu voz, es la voz de millones que te acompañan.
Justica para las que fueron violentadas, por las que fueron agredidas, menospreciadas, pero sobre todo justica para que la historia y la sociedad les den el lugar que corresponde.
Pero la lucha de la mujer no es sólo de ellas, esto es apenas la punta de lanza que significa el levantar la voz, es la autentica lucha para aquellos que no pudieron levantarla, es representar aquellos que han sido marginados, de aquellos que se han hecho invisibles, para esas personas que como ellas también han sufrido de alguna violación y que fueron segregadas, a los que hicieron invisibles ante los ojos del mundo.
No bajen los brazos, que no callen sus voces, hoy es la lucha de la mujer, mañana será la lucha de todos, la lucha por un mejor país, la lucha por ellas y ellos que no pudieron luchar. Luchar por una mejor sociedad, que no exista la desigualdad y que todos tengamos las mismas oportunidades de desarrollarnos como personas, como seres humanos, pero sobre todo por un mejor país.
El fin podría justificar los medios mientras haya algo que justifique el fin. (León Trotsky).