Como es ampliamente conocido, el huracán Otis destruyó por completo el centro turístico Acapulco, en el estado de Guerrero, uno de los más importantes de México. El pasado 25 de octubre sucedió lo inevitable, el fenómeno natural Otis pasó de tormenta tropical a huracán categoría cinco. Sus vientos de 270 km por hora, con ráfagas más fuertes, similares a un tornado, de acuerdo a las autoridades de Estados Unidos y expertos en la materia que previnieron al gobierno de López Obrador, de la magnitud del fenómeno y los daños que provocarían al tocar tierra.
Pero el gobierno morenista hizo caso omiso. Dejó pasar horas valiosísimas en lugar de tomar las medidas pertinentes, como evacuar a los miles a de turistas nacionales y extranjeros que se encontraban en Acapulco, y resguardar a los habitantes de la zona en lugares más seguros del mismo puerto. Así recomendó el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés) que en ese momento, antes de 24 horas de que tocara tierra, ya tenia conocimiento de lo catastrófico que podía ser Otis. Y sucedió lo inevitable para un pueblo gobernado por la 4T; el resultado fue devastador.
Hasta en momento se contabilizan 48 personas que perdieron la vida y otra cantidad similar de desaparecidas, al invadir el mar tierra adentro, los hoteles y residencias que simbolizaban al moderno Acapulco quedaron reducidos a simples esqueletos de metal retorcido. Más del 90% de los edificios sufrieron daños graves, los barcos quedaron arrojados en tierra, en la bahía. Se estima que cerca de 40,000 turistas se encontraban en Acapulco, el aeropuerto quedo totalmente suspendido, arrasó las palmeras y la fuerza de huracán tiró 58 torres de alta tensión, provocando un apagón que afecto a más de 500 mil habitantes, y el aumento del río Papagayo cortó la circulación de la Autopista del Sol en ambos sentidos.
El desastre aun no termina de contabilizarse.
Guerrero, uno de los tres estados más pobres del país, no solo debe soportar su extrema pobreza, sino ahora la destrucción provocada por Otis y la carga que representan para el pueblo guerrerense, los políticos de morena que lo gobiernan, empezando por la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez acusada por sus vínculos con grupos delictivos, la gobernadora Evelin Salgado, impuesta por su padre el Senador Félix Salgado Macedonio, que declinó en sus aspiraciones a ser gobernador por las acusaciones que pesan sobre de él de violación. Y por si no fuera suficiente esta plaga de politiquillos tramposos, de cuarta, se suma el mismo López Obrador, que desapareció el Fideicomiso del Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
Como recordaremos, en julio de 2021, la Secretaría de Hacienda anunció la desaparición de 109 fideicomisos y el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), creado hace más de 25 años para ayudar a las poblaciones afectadas por fenómenos naturales, con el argumento de malos manejos de los recursos de funcionarios, pero ahora estos fueron a parar al Tren Maya, a la refinería Dos Bocas y a las tarjetas de los adultos mayores, para asegurar los votos de la elección de 2025, para dejar a quien les cuide las espaldas a él y todos los funcionarios corruptos de su gobierno.
Igual que en la pandemia por el Covid-19 por su negligencia y necedad, que provocó la pérdida de 800 mil mexicanos por el uso político que le dio a la emergencia sanitaria, hoy Guerrero es víctima de politiqueros que aprovechan criminalmente la tragedia de Otis, electoralmente, presentándose sin ningún plan de rescate y realizando show mediático en sus mañaneras, preocupándose más por informar que es el presidente más “popular” que ha tenido México, que las urgentes medidas para impedir que la tragedia de Otis no se convierta en tragedia humanitaria. Se quejan de la rapiña de algunos lugareños, pero la peor rapiña inició desde la llegada de la cuarta transformación al gobierno de México, quienes mientras sigan en el poder, nada se podrá hacer contra los fenómenos de la naturaleza.