Siempre autoritario, intolerante y amenazante, Antonio Zapata Guerrero, yucateco exiliado en Querétaro por conductas sancionadas por la sociedad y las leyes, según la negra leyenda, empezó a cavar su tumba este 26 de septiembre.
Su abyecto servilismo al mandamos en turno, lo llevó a pasar sobre la ley parlamentaria.
El avecindado en Corregidora no digiere que el electorado queretano votó el pasado dos de junio por un cambio.
Pasándose por el arco del triunfo el orden del día de la Sesión Solemne de instalación de la LXI Legislatura, mandó al carajo el último punto del Orden del Día.
Nervioso, titubeante, exhibió su temor a perder el poder, los privilegios y fuentes de enriquecimiento.
Hizo gala de sus miserias, cuando se topo con la realidad: Morena es mayoría en esta Legislatura.
Por eso decretó un receso en la Sesión, cuando se debía elegir la Mesa Directiva, la que recaerá en Andrea Tovar.
Consultando con especialistas en derecho parlamentario, uno de ellos respondió sobre el receso:
«Si bien el Artículo 62 faculta un receso, este solo puede ser dictado por la presidencia en turno. El decano solo preside la instalación, el artículo señala que ante falta de Mesa Directiva, la anterior continúa; es decir, Ana Paola López Birlain era la facultada. Pero ya no es diputada. La sesión debería renovarse en el recinto oficial dictado (Teatro de la República). Si bien se instaló la legislatura, formalmente no se puede dar aviso a los demás poderes de su existencia, ya que solo la Presidencia de la Mesa Directiva puede emitir Decreto».
A menos que antes del martes dos de octubre, el panismo encuentre en venta un voto.
Zapata se aferra a un poder que los votantes ya no le dieron.
Pretende mantener el control de algunas áreas legislativas.
Ni a sus compañeros de partido escucha.
Ya algunos le han insistido en que el ejercicio del poder y yerros de algunos panistas los han desgastado.
Todo Zapata se encamina al fin de su carrera política.
Su tozudes será su tumba.