Todos los mexicanos aún con la más somera idea de lo que es la política, sabían que el muy trillado discurso de no robar, no mentir y no traicionar no era más que un discurso de campaña de Andrés Manuel López Obrador, entonces candidato por tercera ocasión a la presidencia de la república. Una promesa y embuste para engañar ingenuos.
Conociendo su historia, muchos de los más de 30 millones de ciudadanos que en 2018 votaron por la 4T, no lo hicieron porque creyeran en sus promesas, en su honestidad y su verdadera lucha por el combate a la corrupción, sobre todo teniendo en cuenta que su partido estaba atestado de personajes con negra historia, salidos de los otros partidos políticos: Bartlett, Monreal, Mario Delgado, etcétera; sino por el hartazgo hacia los políticos evidenciados por corruptos que durante décadas ostentaron el poder.
Pero todo era cuestión de esperar. Como dijo el estadounidense, Abraham Lincoln, se puede engañar a todo el mundo algún tiempo…se puede engañar a algunos todo el tiempo…pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Y estamos viendo cómo el gobierno de la 4T estrepitosamente se derrumba, evidenciándose como una pandilla de corruptos y demagogos, que todavía algunos de sus ciegos seguidores se resisten a aceptar.
A la mitad de su administración ha quedado demostrado que son un desastre. De las más de 45 promesas que hizo López Obrador en su campaña, no ha cumplido una sola. Prometió no robar, ni permitir que nadie se aprovechara de su cargo o posición para sustraer bienes del erario o hacer negocios al amparo del poder público, incluidos amigos y familiares. Remarcó que, si su familia cometía un delito, serían juzgados como cualquier ciudadano.
Convertir la corrupción en delito grave; eliminar la impunidad y el fuero de los altos funcionarios, empezando por él. “Podré ser juzgado como cualquier ciudadano por el delito que sea, aun estando en funciones, pues un buen juez por la casa empieza”. Que habría un auténtico Estado de Derecho: al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie; promover la democracia y acabar los fraudes electorales. Hacer elecciones limpias, y quienes compren votos o trafiquen con la pobreza, sancionarlos con cárcel.
No aumentar los precios de los combustibles e iniciar un programa de Intención Médica Gratuita en las zonas marginadas y en todo el país. Sin embargo, como si sus promesas fueran juramentos de hacer lo contrario, en un análisis de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), tan sólo en el primer semestre de 2021, el 80.6% del total de contratos del gobierno se realizaron por adjudicación directa por 74,639 millones de pesos.
En 2021, de 688 millones de pesos usados en publicidad del gobierno, 95% de los recursos se entregaron sin licitación; la cifra más alta desde que se tiene registro; el 91.5% de los contratos para medicamentos han sido entregados por adjudicación directa en 2021 y entre los contratos relacionados con la Covid-19 en 2020 y 2021, el 96% se realizó por adjudicación directa, y en un día promedio de 2021, el gobierno entregó 45 contratos por licitación pública y 308 por adjudicación directa.
Y lo que enfureció al presidente, armando un escándalo que lo compromete legalmente por violar la constitución que juró cumplir, en su mañanera del 11 de febrero dio a conocer supuestos ingresos del periodista Carlos Loret y exigir desde el poder una investigación para saber si paga impuestos, como venganza por haber publicado una investigación periodística sobre varios convenios de Pemex con la empresa texana Baker Hughes, para la que trabaja Carolyn Adams, esposa de José Ramón López Beltrán, y empresa dueña de la mansión en que vivieron en Texas, evidenciando conflicto de interés y derrumbando el discurso demagógico de AMLO y su gobierno de combatir la corrupción.
En esos contratos, Pemex otorga a Baker Hughes cinco contratos por 109 millones de dólares en 2019, 99 millones en 2020 y 68 millones de dólares en noviembre de 2021, alcanzando un monto de 343 millones de dólares, 427% de incremento de la cifra originalmente pactada. Ciertamente no son iguales que los corruptos del pasado, son peores. ¿Y el no mentir, no robar y no traicionar?