Si de algo estoy seguro es que no me gustaría ser Jefe de gobierno estatal o federal, pues es difícil tomar una decisión sin que no se tenga un efecto secundario.
¿Nos cuidamos para no contagiarnos o no contagiar de coronavirus y nos morimos de hambre? ¿O seguimos laborando de forma normal para mantener los ingresos que en muchos casos apenas alcanzan para vivir al día y nos contagiamos?
¿Qué hacer?
Si tomamos la decisión de cuidarnos, de guardar cuarentena, más ahora que el número de contagios y muertes está subiendo en el país, esta decisión tiene su efecto: el que los gobiernos estatal y federal decreten: un nuevo confinamiento, cuyo costo es muy alto y no sólo político, también económico.
El confinamiento nos aísla de contactos, lo que ayuda a tener un mayor control de contagios y muertes por la pandemia.
¿Por qué digo controlar? porque, como indican los números, la baja de contagios no se dio, lo que se dio fue un control para que con ello el sistema de salud no colapsara y se diera atención al mayor número de personas infectadas.
Se protege los sectores de la sociedad que son más vulnerables priorizando su atención propiciando que el costo para el sector salud sea menor.
Su efecto en la economía es una paralización total o parcial de todos los sectores; las pequeñas y medianas empresas que son las más frágiles y susceptibles al no tener la capacidad financiera de mantener los números negativos, se ven en la necesidad de cerrar o en su caso trabajar en un 30% de su capacidad, que se traduce en que el trabajador sea cesado temporalmente o trabaje un determinado día de la semana, sin goce de sueldo o con un salario trasquilado.
Pero las grandes industrias tampoco son exentas de una situación parecida: que el comercio internacional y nacional decaiga a un 80 por ciento o más, representando un problema de sobreproducción, un incremento en su stock, generando mayores costos y el despido de trabajadores.
Si de por sí su salario es raquítico, ahora su situación agravó aún más.
En el turistico la situación es peor. Un ejemplo: varias aerolíneas quebrad o presentan números rojos.
Ante este escenario, comerciantes, trabajadores y empresarios razonan asi: prefiero comer aún enfermo, que morir de hambre.
Por otro lado, si los gobiernos federal y estatal deciden continuar con la actividad normal, pese a la pandemia que es latente y que sus números de contagio y muerte aumentan día a día, también tiene su efecto.
Que decidan implementar medidas de apertura y no cerrar zonas de recreación, plazas comerciales, restaurantes, etc., tiene su propósito como lo mencioné anteriormente.
Se trata de salvar y reactivar los sectores mas perjudicados para tener ganancias, aunque sean mínimas, pero su efecto negativo también tiene un impacto alto y esto se ha visto en las ultimas fechas.
El no cerrar pero aumentar las medidas de sanidad, no ha tenido el efecto esperado: los contagios aumentan y las conglomeraciones de las personas no cesan.
Esto provoca que los hospitales se llenen de pacientes y el sistema de salud colapse.
Esto significa que las personas infectadas tengan que tratarse en casa con un aislamiento especial y con los cuidados limitados.
Los afectados, que en su mayoría son de grupos vulnerables, al encontrar los hospitales y centros de salud saturados tienen que recurrir a hospitales particulares que no son sensibles a esta situación, y su tratamiento tiene costos muy elevados que no pueden pagar, y las defunciones aumentan.
Los afectados, se percatan que el tratamiento no lo pueden pagar convirtiendose en presas de la suerte de ser o no asintomático y, si lo son, entran en la disyuntiva: ¿aislarse y cuidar su salud o generar ingresos y exponerse?
En cualquiera de las dos situaciones el gobierno tiene que tomar una decisión y cargar con sus efectos.
De verdad en estos momentos no quisiera estar en sus zapatos, que difícil.
¿Qué debemos hacer?
Creo, es importante acatar las medidas sanitarias, cuidarnos y respetar a los demás.