Cambio de gobierno en EU

El pasado miércoles en los Estados Unidos Joe Biden, legitimo ganador en las elecciones, asumió la presidencia en los Estados Unidos de Norteamérica.

Se convertió en el 46 máximo dirigente de ese país y terminó la terrible era Trump. El mundo con esperanza celebra este acontecimiento.

Por lo que los mexicanos recordaremos a Trump es por los agravios proferidos al tratarnos como pueblo de delincuentes, por la política antinmigrante y por el inconcluso muro que no pagó nuestra nación pese a las bravuconadas del expresidente.

Ofensas que lastiman mucho a los mexicanos y generan un abierto rechazo a su gestión, pero hay más: entre la amenaza de imponer fuertes aranceles por no evitar la migración a EU y que orilló a un replanteamiento de la política migratoria mexicana a grado de convertirnos en una nación forzada a establecer auténticos campos de concentración de centroamericanos que pretenden llegar a USA y son detenidos en México.

A pesar de sus amenazas se logró firmar un tratado de libre comercio, pero se incluyeron capítulos que significan fuertes obligaciones para nuestro país, principalmente en el ámbito laboral y energético.

Otro prietito en el arroz de Trump es la decisión de sacar a USA del Acuerdo de Paris, que establece compromisos para reducir la contaminación atmosférica, tan importante para combatir el cambio climático; así también sacó a su país de la Organización Mundial de la Salud, pese a que el mundo enfrenta una grave pandemia.

Hablando de pandemia, Trump deja un legado tétrico. Su país es el número uno en contagios y muerte por el coronavirus, lo que ocasionó una fuerte contracción económica acentuada por su guerra comercial con China.

¿Qué podemos esperar del nuevo gobierno de Biden?
Desde luego un trato más respetuoso, más institucional, al margen de twitter, pero también debemos recordar que los gobiernos de los demócratas tradicionalmente no han sido muy amigables con México. El último de ellos, Obama, realizó el mayor número de deportaciones, más que Trump.

Biden en ese gobierno se desempeñó como Vicepresidente y seguramente secundó las acciones de Obama, aunque ahora promete una reforma migratoria; pero hay otros temas delicados que seguramente no escaparán a la atención de Biden, entre ellos, el narcotráfico y la política ambientalista.

Tendremos presiones fuertes, aunque discretas por la nueva política energética de México que afecta severamente a empresas estadounidenses en nuestro país.

A esto añadiremos el caso Salvador Cienfuegos que ha escalado de un asunto judicial al terreno de las relaciones internacionales.

En lo personal nunca creí en las acusaciones en contra del General y al tomar nota de las incongruencias en las supuestas llamadas telefónicas, su descripción física, la narrativa del supuesto hijo, las incongruencias entre las fechas de supuestos encuentros con la agenda del General, el vocabulario y otras más se confirma.

Pero al haber hecho público el expediente tratando de denostar y exhibir una institución estadunidense, quizá en un afán de revancha por haber exhibido al Ejército y al Estado mexicano, lleva la diferencia a otros terrenos y seguramente Biden responderá con energía.

Todo pudo resolverse por las vías diplomáticas, pero las tronantes declaraciones del presidente López Obrador al cuestionar y criticar la investigación de la DEA, pone en tela de juicio no solo a la DEA, también cuestiona el sistema de justicia de los EU y eso no creo que pase de lado.

Estados Unidos tiene un importante arsenal para presionar a México, para el cumplimiento de los acuerdos en materia laboral, del tratado de libre comercio, a presiones por falta de compromiso en la lucha contra el narcotráfico, salida o freno de inversiones tan necesarias, presiones similares a las ejercidas por Trump y que mostraron ser tan efectivas para reorientar políticas nacionales.

Hay una agenda muy amplia entre las dos naciones y cada punto puede ser un desencuentro y partida de nuevas presiones.

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